Mediodía, el aire caliente seca las gargantas de los paseantes,
nubla las mentes y despierta el mal humor. El piensa que bajo este sol todos
parecen lagartijas, todos menos Ella que ya se acerca, con su prisa de siempre,
con esa inoportuna tardanza habitual, que luego cambia a oportuno alivio de
verla llegar.
Si la espera siempre terminara en ella, el podría hacerse experto
en el tema, no le importaría tener que golpear su talón contra los adoquines
del parque unos dos o tres días, mientras mira el reloj cada treinta o cuarenta segundos y
escarba con sus ojos ansiosos entre el gentío, buscando esa aguja blanca y menudita
en el pajar de la ciudad.
Ella está a varios metros de distancia y El se levanta, sin más preámbulo que el movimiento de su
palma, a modo de saludo, le habla a viva voz.
- Antiguamente se
pensaba que la sombra era una continuación del cuerpo y si rozaba la
sombra de una mujer o su cuerpo, o la de ésta rozaba al hombre o su sombra, era
como haberse unido de forma fugaz, así ningún hombre o mujer estaban
solos, y todos eran felices-
Ella, que se extraña y no, le mira y se acerca, en voz baja
y con un beso en la mejilla, pregunta de inmediato casi en su oído. - ¿En qué
cultura era eso? –
El le responde a viva
voz. – No, antiguamente en mi cabeza,
según recuerdo, hasta que tú viniste y dejé de pensar en sombras, para vivir con esta parte del cuerpo, de carne y
hueso, que tiene más cosas para hacer, y
además tiene voz y sonrisa-
Varias personas a su alrededor los miran, algunos sonríen
tímida y maliciosamente, siguiendo su conversación, quizá por pereza o por
olvidar un poco sus vidas, El lanza sus brazos al cuello de Ella, para que
todos miren que la ama y es feliz.
Ella se echa un poco atrás y suavemente se desprende de
aquellas manos, evitando sus ojos, le
habla. - Que caluroso es el mediodía, mejor no me abraces, a esta hora, ni
cuerpo que me toque ni sombra que me roce, es más, con este sol, ni mente que
me piense.-
El, con un ralo
hálito de palabras, como si fuera a quedarse sin ellas, la toma de las manos y
de inmediato la suelta, se sienta y se levanta, y tratando de buscar sus ojos,
le habla. - Es mala hora para vernos, si no fuera por tu prisa de hablar
conmigo, últimamente corres demasiado, ayer soñé que tenias patas de avestruz
en lugar de pies y tus ojos brillaban como los faros de los coches deportivos.
Ella, muy seria, le responde de inmediato. – ¿Y tú que eras en el sueño?-
El, con una risa a media asta y los ojos como aves
derribadas, le contesta. – Una tortuga lenta pero sabia, que una vez le ganó a
una liebre, pero nunca se repuso del cansancio de aquella carrera, y decidió
tostarse al sol un mediodía cualquiera, a esperar que una mujer avestruz le
arrollara. La esperó exactamente treinta minutos, hasta verla haciendo remolinos con
sus pies y regates con el bolso entre la
gente, preocupada y pensativa, como si los insectos que mataba en su
carrera realmente le preocuparan.-
Ella lo mira. - ¿Que
me querés decir?-
El, con una piedra de amargura obstruyendo su garganta. – Que
ya sé a lo que viniste -
Ella, sin ningún signo de emoción en la voz. – Entonces no hay nada más que hablar-
Al mediodía el sol busca posarse en el centro de universo, y
todas las sombras desaparecen. Solo aquellos que viven con la otra parte, la de
carne y hueso, que tiene más cosas para hacer, y además tienen voz y sonrisa,
sobreviven.
Por eso El, solo pudo dar tres pasos , luego desapareció en
una nube de polvo que subió al cielo.
Hubo un eclipse, Ella puso su luz larga y se perdió a toda
marcha, en la extrañeza de aquella oscuridad.
No hay que desesperar por la ausencia de comentarios... somos como el náufrago que arroja una nota en la botella...
ResponderEliminarNada mal el texto, sugiero un poco de sutileza en la manera de engarzar las referencias a los acontecimientos, nada más.
Saludos!
Gracias por el comentario y la sugerencia Germán, saludos a vos tambien
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