A ritmo de lunes negro, te repaso. Son las tres de la mañana y por más que trato
de evocar cada detalle de ti y las sensaciones que me das, para no perdonarte, no
lo consigo.
Entonces trato de odiarte, imaginar si esos hombres con los
que salís te sienten igual que yo, si tiemblan en tu presencia o más bien sos tú
la que tiemblas, ante esas figuras adorables y lozanas que te hacen olvidar mi
fealdad.
Tampoco consigo odiarte.
Hace tiempo dejé de seguirte, no soporto verte entrar en
esos sitios perversos mientras la noche me humilla con tos y temblor de frío.
Ahora te espero resignado, mirando de vez en cuando por la
ventana, o al asecho de algún ruido de automóvil, que se detiene frente a la
casa para dar paso al rugir de tus tacones sin vergüenza ni remordimiento.
Ya sé que no me quieres, y no me importa.
Es mas, todos saben que no
me quieres y que no me importa. Te dejo jugar despacio con las balas de mis
celos, que me apuntes al corazón y dispares una y otra vez mientras todos ríen,
pero prefiero morir de amor que morir de viejo.
Cuando vuelves te espero con una sonrisa, con un qué tal tus
amigas, tu contestas con un hubieras ido, la pasamos tan bien, te mandó saludes
Mariana o Camila o Liliana.
Me pregunto si es que pones nombre a los falos de
tus amantes, y estos, al penetrarte, me envían sus respetos.
Pienso en la vulgaridad de la juventud, seguramente te jalan
de los cabellos, palmean fuerte tus nalgas y te llaman perra.
Yo mismo lo hice
con mis amantes cuando fui joven, cuando a fuerza de indisciplina desprecié las
bodas de oro, el respeto de mis futuros hijos y el beso en la frente de un
nieto.
Siento nauseas de imaginarte allí, siendo la infiel, la
mecenas, la del ratito en la noche que no deben amar, porque ama tanto mi
dinero que volverá conmigo y se desnudará ante mí, con asco y lástima.
Cuando
vuelves no sé cómo consigues reír, cómo haces que tus ojos brillen como si me
amaras, al mirarme sobre ti, jadeante y sudoroso, mientras siento la culpa del violador, la pena de la víctima y
el sabor de la venganza al mismo tiempo.
Sabes y sé que jamás voy a dejarte, y estoy casi seguro que tú
tampoco a mí, y sé que nunca te reclamaré nada, despues de todo tengo lo que siempre quise.
Crecí cuarenta años
menos que los hombres de mi edad y nací veinte años antes que tus padres, para amasar mi fortuna,
y comprar tu vergüenza en un altar.
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