Los
años pasan lentos,
vertiginosos.
Debo
decir
que de
todo lo que quise
queda
lo que no quiero.
Que los
insectos de los días
subieron
y bajaron
haciendo
su labor
por los
surcos de mi cuerpo.
Debo
decir
que
cerré y abrí los ojos
y la
ciudad era mía,
que
extendí las manos
y me
era ajena,
que
decidí correr
pero no
había tiempo.
En
mañanas como huracanes
me fue
imposible reivindicarme.
Cerré y
abrí los ojos
y el
esqueleto de mis sueños
cortaba
el viento frío.
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