viernes, 16 de septiembre de 2011

Puramierda!!! (O la segua contemporánea)




Viernes en la tarde, regreso de un nuevo aborto laboral. Son las últimas doce horas que estaré de pie, con mi pantalón negro de ropa americana y la corbata de mi hermano, en ese mal remedo de empresa, donde obligaban a los guardas a llevar manga larga para estar al sol.
Ayer vendí el microondas para pagar el departamento y hace una semana la mano de dios bajó del cielo en forma de error bancario, dejándome en la tarjeta de débito un pago doble que yo retiré sin demora, a sabiendas de que el lunes este prójimo buscaría otros caminos, para nada obreros ni provechosos.
Así  la cosa, tras pasar por dos empleos en dos semanas, tengo mis moneditas , y hay que rendirlas, ser relativamente maduro y responsable, pagarle a la doñita que me alquila ese nido de pájaro con una ventana que a 20 centímetros  tiene un muro gris que no deja ver ni el sol, y un criadero de hongos para los pies por baño.
Aún a pesar de todo, un hombre de vacaciones es un hombre relajado y feliz. Es capaz de cualquier cosa, y entre mas seguidas las vacaciones más feliz, y entre más feliz más capaz.
Me daré un margen de una semana de vagabundería antes de comprar la extra para buscar otro empleo, a semana por empresa son de tres a cuatro al mes, pero lo curioso es que las compañías de seguridad nunca se acaban, son recursos inagotables, como dirían en la escuela.
El bus se va atestado y el olor a axila en su salsa solo es interrumpido por algún culo hediondo que pasa demasiado cerca, eso me pasa por no estudiar, me encojo lo más que puedo. Nunca he soportado el roce de la gente, siempre escondo las piernas bajo el asiento de adelante y cruzo los brazos en equis aferrándome duramente al tubo de asirse en las curvas, para no tocar ni ser tocado.
Dice mi madre que cuando tenía un año tenía la costumbre de pellizcar, patear y golpear a toda la gente que iba sentada en el autobús mientras iba en sus brazos, hasta que un día me dieron una paliza que acabo con mi cariño por  los pasajeros.
Lo mismo pasó una tarde, en que mi padre acabó con mi maña de hacer cerotes de plastilina, entró a la casa y me encontró  fingiendo cagar uno, y quizás esa paliza me salvó de la coprofilia, y hasta de la coprofagia, tanto de índole físico como mental.
De ahí que no vote, ni sea religioso, ni asista a grupos sociales, ni me guste el roce en los buses.
Volviendo al tema, el bus va lleno, yo miro al piso entre relajado y molesto, y justo a mi lado, de pie, una chica un poco gorda, con ropa de secretaria, está  a punto de tocarme.
Y porque no?  A ver qué hace la niña, relajo mis brazos y mi antebrazo y hombro se posan en su coño y su entrepierna, su calor me resulta agradable, mas aun cuando muy sutilmente, ella  aprieta un poco contra mí.
Esto está mejorando, definitivamente el buen humor nos vuelve sexis, y qué más da, al fin y al cabo, hoy soy libre y tan mío que puedo compartirme un poco.
Ella estremece ante cualquier salto del bus y en cada curva roza mi cara con sus tetas, y yo subo y bajo mis brazos, para rascarme la nariz o tocarme el pelo, solo para crear un ligero frote que caliente mas la cosa, eso sí, mantengo la cabeza baja, no quiero que los pasajeros se enteren demasiado.
Creo que mi pantalón ya deja entrever mis pensamientos, por algún extraño pudor no quiero mirar mi jareta, algo en mi calzoncillo late al unísono con los latidos de esta chica, que se acelera poco a poco mientras la mitad de mi sangre se me fue de la cabeza a otro sitio, y me parece que ya nada tiene sentido, excepto cogérmela.
Espero que no se baje antes que yo, cuando me baje le apretaré bien duro mi polla contra sus nalgas y le sugeriré al oído que se baje, ella lo hará y no le cruzaré palabra ni para preguntarle su nombre, lo haré como en las películas, hasta después de cogérmela.
Faltan unas dos o tres paradas antes de bajarme, el bus se detiene, unos bajan y otros suben, obligando a los pasajeros a moverse hacia atrás, ella queda tras de mí.
Vuelvo un poco el rostro y reconozco su blusa blanca con el rabo del ojo, suficiente para saber que ahí sigue, cerca de la puerta de salida, siento sus ojos en mi espalda, ella me desea, lo sé, te voy a coger, te voy a coger, redobla mi mente.
Llegó el momento, toco el timbre y me levanto, me hago campo entre la gente y al hacerlo observo dos cosas: la primera, gente que mira y espera el desenlace, riendo maliciosamente. Puta… se dieron cuenta.
Lo segundo es que al ver su cara por vez primera, puedo jurar que es la chica más fea que me he topado, y es más gorda de lo que al tacto y al reojo parecía.
Ella me mira con los ojos ansiosos de eso que no puedo darle, al pasar a su lado tira su pobre culo hacia atrás y mi miembro se esconde en mis entrañas, temeroso, me bajo rápidamente y tras  haber pasado a su lado, bastante nervioso, ella susurra en mi oído: “Puramierda”


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